martes, 20 de marzo de 2007

Reminiscencias: paisajes y figuras (II)

Nueva Orleans: Una orquestina de jazz toca himno tristes bajo la lluvia, mientras un difunto recibe sepultura. Luego atacan una briosa marcha, para indicar el desfile de vuelta a la ciudad. A mitad de camino, alguien se da cuenta de que se han equivocado de muerto. Es más, ni siquiera era un pariente. La persona que enterraron no estaba muerta, y menos enferma; en honor a la verdad entonaba canciones tirolesas. Vuelven de nuevo al cementerio y exhuman al infeliz, que les amenaza con ponerles un pleito, pero le prometen pagarle la factura si lleva el traje a limpiar a la tintorería. Mientras tanto, la cuestión radica en que nadie sabe quién está muerto realmente. La banda continúa tocando, al tiempo que los espectadores son sepultados uno a uno, siguiendo la teoría de que más vale difunto en mano que ciento volando. No tarda en descubrirse por fin que nadie ha muerto, y ya resulta demasiado tarde para conseguir un cadáver de verdad, porque es puente.

Estamos en Mardi Gras. Hay comida criolla por todas partes. Y cientos de personas disfrazadas atestan las calles. A un señor vestido de camarón lo echan en una olla hirviente de sopa. Protesta con energía, pero nadie se cree que no es un crustáceo. Finalmente, cuando enseña el permiso de conducir, le sueltan.

Beauregard Square está plagada de curiosos. Antaño Marie Laveau hacía aquí practicas de vudú. Hogaño, un viejo haitiano 'brujo' vende muñecos y amuletos. Un policía le ordena que se largue, y estalla una disputa. Cuando los ánimos se calman, el policía ha quedado reducido a diez centímetros de estatura. Furioso, pretende detener a alguien, pero su voz se ha hecho tan aguda que nadie le entiende. Un gato cruza entonces la calle, y el policía tiene que correr para salvar la vida.

Perfiles, Woody Allen.

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